POR ADELA CEDILLO
15/03/2007
La
tarde del pasado miércoles 7 de febrero arribó a la ciudad de México una
camioneta pick-up procedente de Atoyac de Álvarez, Guerrero. En ella viajaban Ascensión
Rosas Mesino, Tita Radilla Martínez, Julio Mata Montiel, Hilario Mesino Acosta
y su yerno, miembros todos de la Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos
de México (AFADEM), con quienes la Coordinación General de Investigaciones
Especiales (CGIE) de la Procuraduría General de la República (PGR) había convenido
hacer la entrega formal de los restos de Lino Rosas Pérez y Esteban Mesino
Martínez, guerrilleros del Partido de los Pobres (PdlP) ejecutados y enterrados
clandestinamente el 2 de diciembre de 1974 y exhumados e identificados entre
2005 y 2006.
Hasta ese día, AFADEM y sus asesores
jurídicos, pertenecientes a la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los
Derechos Humanos (CMDPDH) habían llevado a cabo una serie de trámites que
habrían hecho palidecer a los guionistas de “La muerte de un burócrata”, debido a la negligencia, la
insensibilidad y la falta de voluntad que acusaron los agentes del Ministerio Público
adscritos a la extinta Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos
del Pasado (FEMOSPP).
Desde su creación en 2002, la FEMOSPP tenía conocimiento de
la fosa clandestina en la que fueron enterrados Lino Rosas (a) “René” y “Arturo” (de identidad entonces
desconocida) en la comunidad de El Guayabillo, municipio de Tecpan de Galeana,
puesto que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) había realizado una
investigación previa en la que varios testigos habían declarado al respecto.
Desde entonces, la FEMOSPP había ejecutado diversas diligencias, caracterizadas
por su absoluto hermetismo, hasta que, en junio de 2005, practicó la exhumación
de las dos osamentas en el panteón de El Guayabillo, las cuales fueron
trasladadas a la capital del país para su estudio.
¿Qué circunstancias rodean la dilación de tres años para
llevar a cabo esta operación, así como la tardanza de un año para identificar
los restos óseos? El burocratismo, la falta de antropólogos forenses de la PGR
suficientemente capacitados y sobre todo, el desinterés de los funcionarios de
la FEMOSPP para resolver el caso de forma expedita, atenidos como estaban
siempre al clima político nacional, son algunas de las razones que lo explican.
El anuncio del hallazgo e identificación de las osamentas lo
realizó la FEMOSPP en octubre, en conferencia de prensa, y la entrega a las
familias estaba programada para noviembre. Julio Mata, secretario ejecutivo de
AFADEM, considera que: “como las organizaciones sociales tenían previsto hacer
un homenaje de cuerpo presente a Lino y Esteban el 2 de diciembre del 2006, la
FEMOSPP retrasó la entrega para impedirlo”. Y después vinieron las excusas
interminables: la FEMOSPP fue desaparecida de un plumazo el último día del
gobierno de Vicente Fox, se argumentó que no había presupuesto para que los
agentes del MP llevaran los restos a Atoyac, que había que esperar a que la
nueva oficina encargada de los casos de la fiscalía se ocupara del particular,
etc. En un verdadero arrebato kafkiano, se llegó al extremo de pedir a los
familiares que tramitaran ¡las actas de defunción! Después de mucho insistir, el
martes 6 de febrero se notificó a las familias por conducto de AFADEM que les serían
entregados los restos óseos al día siguiente, en la ciudad de México.
Pero el día siete, ni la edad, la salud o la angustia de
los familiares funcionaron de acicate para agilizar las cosas. “Teníamos
pendiente de que algo le pasara a Don Chon Rosas, pues tiene 83 años y se puso
muy mal tras el viaje, empezó a temblar y no quería comer”, relata Tita
Radilla, presidenta ejecutiva de AFADEM. Pese a todos los obstáculos, las cosas se resolvieron favorablemente
para Don Chon, quien recogió los restos de su hijo Lino en las oficinas de la CGIE-PGR,
después de treinta y dos años de espera.
María Sirvent de la CMDPDH, narra la forma en la que se
hizo la entrega: “Paulina Mesino, hermana de Esteban, no pudo acompañar a la
comitiva de AFADEM porque se encontraba cortando café en la sierra de Atoyac y
no fue posible localizarla. Por esa razón los funcionarios de la PGR no querían
hacernos entrega de los restos de Esteban y nos tuvieron esperando entre las dos
de la tarde y las once de la noche. Cuando vieron que la comitiva había llegado
en una camioneta pick-up descubierta regañaron a sus miembros, aclarando, hasta
ese momento, que se tenían que haber contratado servicios fúnebres. ¡Pero si
con trabajo se había conseguido que los regidores de Atoyac prestaran una
camioneta y donaran dos féretros, pues hasta la gasolina y las casetas las
pagaron los familiares! Por fin los funcionarios accedieron a que sus agentes
ministeriales se encargaran del traslado y custodia de los restos del DF a
Atoyac. Le entregaron los restos a Don Chon en cinco cajas de plástico como
urnas electorales con las leyendas Osamenta 1 y Osamenta 2. Él les dio las
gracias pero les preguntó cuál era su hijo, ya que ni siquiera se tomaron la
molestia de ponerles nombres a las cajas. Además nos prohibieron tomar fotos,
amenazándonos con que no nos darían los restos si lo hacíamos. Y por supuesto,
no querían nada de prensa”.
El viaje a Atoyac se hizo de madrugada y la mañana del 8 de
febrero del 2007, Lino y Esteban regresaron a la tierra que los vio nacer. Los
agentes concluyeron las gestiones en las oficinas de AFADEM y Don Chon Rosas y Doña
Paulina Mesino procedieron a sacar los restos de las cajas para depositarlos en
los ataúdes. En las cajas de Lino, marcadas con el número uno había un cráneo,
una osamenta y ropa y en las de Esteban, número dos, un cráneo, una osamenta,
ropa y zapatos.
Los restos, en un avanzado estado de descomposición, habían
sido clasificados y colocados en bolsas de papel estraza, con sus respectivas etiquetas.
Sin embargo, los familiares, preguntaban a cada instante: “¿esto qué es?”, con
un gesto de horror y desconcierto, puesto que los huesos se convertían en polvo
al menor contacto. “Este es el brazo, esta la pierna, aquí está la cabeza…” les
decían quienes con suma paciencia y cuidado les ayudaban a reconstruir el
rompecabezas de sus deudos.
Don Chon se desmoronó al ver así a una de las personas que
más amaba en el mundo. “¡Mi muchacho! Era muy amable, el más dulce de mis
hijos…” decía entre sollozos cortados. Doña Paulina, con más estoicismo,
preparó los féretros (eran tan modestos que sus interiores estaban forrados de
plástico y hubo que recubrirlos con sábanas blancas) y vació las cajas, sin
derramar una lágrima. No así cuando se le preguntó qué sentimiento la había
embargado al saber que Esteban había aparecido: “al principio mucho dolor –y sólo
de acordarse llora– porque tenía la esperanza de que mi hermanito estuviera
vivo. Pero después sentí tranquilidad porque al menos me lo iban a devolver”.
No obstante, como atinadamente señaló Tita Radilla, para
ellos era como si sus familiares acabaran de morir. El duelo, abierto por
décadas, por fin había concluido. “Dios me concedió poner los huesitos de mi
muchacho en una gaveta. Ya me puedo morir en paz”, decía Don Chon a los pocos
periodistas presentes. Y es que, contrariamente a lo que podría esperarse, los
compañeros de Lucio Cabañas no fueron velados y enterrados en una ceremonia
pletórica de activistas de organizaciones sociales, reporteros y cámaras. Las
circunstancias llevaron a la sencillez y discreción.
¿Quiénes eran Lino y
Esteban?
Hasta antes de la exhumación de Lino Rosas alias “René”,
sólo se sabía que había caído en combate junto con Lucio Cabañas el dos de
diciembre de 1974 en un enfrentamiento con el ejército en El Otatal, municipio
de Tecpan de Galeana. Del otro ejecutado, (a) Arturo, se desconocía todo.
El único guerrillero detenido con vida ese día fue el joven
Marcelo Serafín Juárez (a) Roberto, de quince años, a la fecha desaparecido,
aunque sus captores también lo reportaron como muerto, según el radiograma
15596 enviado por el Gral. Eliseo Jiménez al secretario de la Defensa, Hermenegildo
Cuenca, el cual se encuentra en el fondo SEDENA, en el Archivo General de la
Nación.
Estos tres nombres completarían la lista de la célula
guerrillera que acompañaba a Cabañas el día de su muerte y que fue descubierta
y aniquilada en su totalidad, tras la delación de los hermanos Anacleto y José
Isabel Ramos Hernández.
De acuerdo con el testimonio del delator Zacarías Barrientos
Peralta, que acompañaba al ejército en esos momentos (y que sería asesinado en
2003 por revelar información confidencial a la FEMOSPP), el cuerpo de Cabañas y
el joven sobreviviente fueron subidos a un helicóptero y los otros dos guerrilleros
fueron detenidos, ejecutados y enterrados cerca del lugar de los hechos. Días
después de los hechos, el comisario ejidal de El Guayabillo, Gilberto Ramos,
declaró a la prensa, que ambos habían
sido sepultados a escasos kilómetros de su poblado, en tumbas improvisadas, y afirmó
que uno de los cadáveres tenía las manos atadas a la espalda con una agujeta. Los
Ramos, delatores de Lucio, se encargaron de desenterrar los cuerpos y llevarlos
al panteón de El Guayabillo, sin saber quiénes eran. Todavía no lo sabemos, no
del todo.
Mientras que existe una abundante bibliografía sobre Cabañas,
de sus compañeros de lucha y muerte se sabe casi nada. Consternados y exhaustos
como estaban, los familiares de los desaparecidos que aparecieron nos hicieron
el favor de proporcionarnos información sobre sus historias de vida.
Paulina Mesino: Mi hermano Esteban nació en El Cacao,
municipio de Atoyac. Debería tener 25 años al momento de su muerte. Era el menor
de una familia de ocho hermanos. Mi papá murió cuando él era pequeño. Estudió
hasta la primaria y se dedicaba al campo. Se casó y se fue a vivir a San Juan
de las Flores. Tuvo un hijo que ahora creo está en Estados Unidos, lo dejó como
de dos años. Esteban se fue de la casa para seguir al maestro Lucio Cabañas,
quería que las cosas cambiaran. Desde entonces no supimos nada de él. Sí lo
buscamos y nos enteramos de que había estado con Lucio en los enfrentamientos
con el ejército, pero no teníamos ningún dato sobre su paradero. Mi mamá murió
de tristeza por la ausencia de su hijo más pequeño. Otro medio hermano, Filemón
Mesino Aguilar, fue secuestrado y desaparecido por la policía por darle de
comer a los guerrilleros, ese fue su único delito.
Mi primo hermano Julio Mesino Galicia también fue detenido y desaparecido por
lo mismo. Una vez fuimos a México al Campo Militar No. 1 para preguntar por
ellos, pero nos corrieron a garrotazos. Otro primo hermano, Pedro Mesino, quizá
fue asesinado el mismo día y en el mismo lugar que Esteban, pues se cree que estaba
con Lucio. Tocó la de malas que a mi familia se la llevaran, pero yo lo único
que le pido al gobierno es que me la devuelva.
Ascensión Rosas Mesino: Mi muchacho nació en Agua Fría. Era
chamaco, andaría por los 20 o 21 cuando murió. Su mamá y yo estábamos separados
y ella murió por la época en la que él acabó la primaria. Después él estudió la
secundaria técnica en Río Santiago y se puso a dar clases allá en el vallecito [Los
Pilones], porque el Ayuntamiento necesitaba maestros. En reuniones de maestros
conoció a Lucio Cabañas. Me platicaba de sus ideas pero yo no estaba de acuerdo
con él. No he sido hombre de lucha, yo vivo de mi trabajo y así enseñé a mi
hijo pero no pude cambiarle su pensamiento. Se fue de la casa sin decirme nada y
no lo volví a ver, pero supe que lo buscaban porque a mí me detuvieron los guachos,
me llevaron al cuartel de Atoyac, donde estuve quince días y me golpearon para
que dijera dónde estaba. Me ponían una pistola en la cabeza y me pedían que
declarara todo lo que supiera. Me decían “el papá del guerrillero” pero yo no
sabía nada de nada. Tiempo después me puse a averiguar y supe que mi hijo andaba
en la luciada. Lo último que investigué es que en El Guayabillo habían
enterrado a unos muchachos que habían caído con Lucio. Le pedí a la gente del
lugar, que era testigo de los hechos, que pusiera una cruz ahí. Por
referencias, tenía la sospecha de que se trataba de mi Lino, pero no tenía la
seguridad, hasta ahora. Me lo torturaron y lo mataron, pero prefiero no pensar
en eso. De Esteban, aunque era mi sobrino, nunca supe nada.
El mérito de la
identificación
Una de las paradojas más grandes del proceso de la
identificación de los restos óseos encontrados en El Guayabillo reside en que,
mientras los agentes del Ministerio Público de la FEMOSPP ignoraban por
completo la identidad de “Arturo” (“René” había sido plenamente identificado desde
2005), los miembros del personal adscrito a su área de Investigación habían
recogido testimonios de exmilitantes del PdlP, según los cuales podía tratarse
de Esteban Mesino Martínez. De hecho, el borrador elaborado por los
investigadores fue filtrado a la revista Eme
Equis y dado a conocer en la página web del National Security Archive en febrero de 2006.
Sin embargo, la primera en percatarse del dato fue Tita
Radilla, quien después de haber leído el informe filtrado buscó la información
que tenía sobre Esteban Mesino, cuya desaparición había sido denunciada por
AFADEM. Tita no estaba segura de informar de su hallazgo a la FEMOSPP:
- La hermana de Esteban no quería que se diera a conocer su
nombre, hasta que fueran los peritos a Atoyac y pudiera yo asistirla. De esta
manera accedió a proporcionar muestras de sangre para la prueba de ADN.
Mientras, un grupo de especialistas forenses coordinado por
Carlos Jácome y presentado por AFADEM como su equipo pericial de confianza, formuló uno de los tres dictámenes que
determinaron las causas de la muerte de los guerrilleros. Dos sospechas fueron
confirmadas casi simultáneamente: los estudios revelaron que las muestras de
sangre eran compatibles con el ADN de los restos óseos y los peritajes probaron
que a Lino, arrodillado, le habían disparado desde una distancia muy corta y de
frente, con una metralleta. En el caso de Esteban, el deterioro de los restos
impidió que se determinara la manera en la que fue ejecutado. Se trata de un
peritaje revelador, si se toma en cuenta que el practicado a los restos de
Lucio Cabañas sugirió que éste, herido, se había suicidado.
El tercer entierro
de Lino y Esteban
Al mediodía del 8 de febrero comienza la velación de Lino y
Esteban, en la modesta vivienda de Don Chon Rosas, en la colonia Mártires. La
casa fue despejada por completo para recibir a vivos y muertos. El servicio
funerario preparó un altar, decorado con cortinas de colores verde, blanco y
rojo, por voluntad de Don Chon. Enfrente de los ataúdes fueron colocadas las
fotografías en blanco y negro de Lino y Esteban, las únicas que existen. La
mujer que dirige los rezos canta en latín y todo se lleva a cabo con estricto
apego al ritual funerario católico.
No parece que estemos en el 2007. Tampoco se siente el
calor extremo propio de estas tierras. Poco a poco llega la gente y se llena la
pequeña sala improvisada. Una señora, con timidez, se acerca a preguntar: “¿qué
esperanzas me dan de encontrar a mi padre y a mi esposo desaparecidos?”. –A todos los seguiremos buscando- se escucha
por ahí.
Los hombres,
reunidos afuera de la casa, empiezan a narrar sus historias personales.
Pareciera que hubieran vivido el fin del mundo. Todos cuentan con varios
familiares que fueron asesinados o desaparecidos en la época de la “revoltura”,
como llaman algunos atoyaquenses a la “guerra sucia”.
Después de la larga noche de los dolientes, se lleva a cabo
una misa de cuerpo presente en la iglesia de Santa María de la Asunción. Al
terminar, un trío acompaña al cortejo fúnebre hasta el panteón tocando música
popular con el particular sabor de la región. Los familiares y amigos, los
curiosos y los que están de paso no llegan a cien. Con todo y los treinta y dos
años de retraso, el entierro es muy emotivo y los presentes apenas pueden
contener las lágrimas. Sólo Julio Mata, de AFADEM, y Rocío Mesino, dirigente de
la Organización Campesina de la Sierra del Sur, se animan a hablar, externando
la voluntad del reprimido pueblo guerrerense de no olvidar y de luchar por la
verdad y la justicia.
Pese a los años y las adversidades, los muertos volvieron a
reunirse en Atoyac. En la misma fosa en la que Lucio Cabañas fue enterrado clandestinamente
el 3 de diciembre de 1974 y exhumado el 4 de diciembre del 2001, reposan los
restos de sus compañeros de batalla. El 12 de febrero les fue colocada una
lápida para conmemorar su lucha. El 18 de febrero el novenario-homenaje tiene
lugar en El Guayabillo, en el panteón de su segunda sepultura.
¿Y los que están en
ningún lado?
Los miembros de AFADEM son
coadyuvantes en las averiguaciones previas
sobre las ejecuciones extrajudiciales de Lino y Esteban y consideran que
hay elementos probatorios contundentes para consignar los casos, desde las
declaraciones rendidas por los testigos presenciales, hasta los dictámenes periciales.
¿Qué sigue ahora?
-Vamos a insistir en que los
militares responsables de las ejecuciones y desapariciones sean consignados,
que no sean juzgados por tribunales especiales, que no sean juez y parte. Ellos
cometieron un delito civil. Queremos llevarlos a la justicia civil. Pero
nuestra prioridad es saber dónde están nuestros familiares.
Así, la hija del desaparecido Rosendo Radilla, que de estar
vivo tendría 95 años, refrenda su voluntad de seguir buscando a los
desaparecidos, hasta encontrarlos.
¿Tendrá el gobierno de Felipe Calderón la voluntad para
poner fin al secreto de Estado mejor guardado durante décadas o soslayará los
crímenes contra la humanidad que el ejército cometió en décadas pasadas, en
aras de mantener sin fisuras su estrecha alianza con el instituto armado?